Según cuenta el Historiador Gregorio Sánchez Meco en su libro «El Escorial: de Comunidad de Aldea a Villa de Realengo» (publicado por el Ayuntamiento de El Escorial en 1995), entre los años 1561 y 1571, muchos de los principales colaboradores de Felipe II disponían de vivienda propia en El Escorial y entre ellos el Príncipe de Éboli, quien a finales del mes de noviembre de 1569 adquirió una casa con corral y trascorral y un solar anejo. A lo largo del año siguiente, el maestro de cantería Juan de Sevilla edificó la que sería su casa hasta 1573, año en que el Príncipe falleció.
En 1574 figuraba como propietario Bartolomé de Santoyo, empleado del monarca y miembro de su cámara, sin embargo la princesa viuda (heredera natural del fallecido) y sus hijos disponían de su libre uso y conservaron el derecho de aposentarse en ella hasta el año 1586.
La casa, con aposentos, corrales, jardín y caballerizas, se dio en arrendamiento a uno de los principales mercaderes instalados en El Escorial, Manuel Centinela, que la emplearía como posada de la gran nobleza cortesana (no se podían meter en ella personas o moradores de menos calidad). Quedaba obligado a dejar aposentos libres para Bartolomé de Santoyo, la Princesa, su hijo mayor (el duque de Pastrana) y para cualquier persona designada por ellos sin obligación de pago alguno. La casa estaba situada en la plaza y limitaba con otras calles públicas «y la calle de la otra parte de hacia los mesones».